ORL

Sin recurrir a exploraciones complementarias

ISBN: 978-84-09-13648-3
Editor: Carlos Escobar Sánchez

Dres. Adriana Agüero Medina, Juan Manuel Ademá Alcover y Roser López Diu (Barcelona)

Las alteraciones del olfato

Las alteraciones del olfato, muchas veces infravaloradas, tienen un gran interés, no tan sólo para aquellos profesionales para los que este sentido supone poco menos que una herramienta de trabajo, sino también para la población en general. Este interés va aumentado cada vez más en los últimos años debido a la alteración en la calidad de vida que supone para la persona que lo padece, ya sea por la inseguridad que provocan situaciones tales como desconocer el propio olor corporal o, en ocasiones, situaciones como el no poder conocer el estado o el sabor de un alimento o el no poder reconocer un escape de gas, lo que pone de hecho en peligro la salud o incluso la vida del individuo y justifica que les prestemos mayor atención a esta disfunción.

Hay aproximadamente unas 200 causas diferentes de alteraciones del olfato que van desde la obstrucción nasal simple hasta las de origen neurológico. Asimismo hay unos 40 medicamentos que nos pueden alterar la olfacción.

Los dos tipos de percepción que tienen las fosas nasales nos permiten no solo reconocer los olores propiamente dichos (nervio olfatorio), sino también reconocer estímulos térmico-táctiles (nervio trigémino).

Los pacientes acudirán a nosotros en diferentes situaciones y para ello debemos clasificar las alteraciones del olfato en:

  • Alteraciones cuantitativas: hiposmia (pérdida parcial del olfato), anosmia (pérdida total del olfato), e hiperosmia (aumento de olfacción).
  • Alteraciones cualitativas: disosmia (alteración de la percepción con dos variantes dependiendo de que se produzca en relación con un estímulo externo –parosmia- o sin estímulo –fantosmia-). En general este tipo de alteración afecta a todos los olores.

También debemos tener en mente la cacosmia (percepción de un olor desagradable sin estímulo externo), y osmofobia (miedo en presencia de determinados olores que recuerdan experiencias previas).

Hay que tener presente que las alteraciones cuantitativas, dependiendo del nivel de la lesión, pueden ser de: transmisión (cuando la alteración evita que el estímulo externo llegue al epitelio olfatorio), percepción (cuando la alteración se encuentra a nivel de los receptores en el epitelio, de la vía neuronal o a nivel del SNC), mixtos e idiopáticos (cuando no es posible localizar el nivel de la alteración).

Nos centraremos principalmente en la hiposmia y la anosmia ya que son las más frecuentes y las únicas alteraciones del olfato valorables desde el punto de vista objetivo. En referencia las parosmias diremos que suelen estar relacionadas con virus o infecciones naso-sinusales y que las fantosmias lo hacen con trastornos psiquiátricos o neurológicos.

Etiología

En el siguiente cuadro relacionamos las diferentes alteraciones del olfato y las causas más frecuentes que las ocasionan.

Alteraciones de la olfacción y patologías relacionadas.

Hiposmia/Anosmia Transmisión

Rinitis aguda
Rinitis crónica
Poliposis Nasosinusal
Ocena
Edema mucosa nasal
Pólipo antrocoanal
Tumores y pseudotumores nasales
Enfermedad de Kartagener
Angiofibroma
Nasofaringeo
Cirugías nasales previas
Laringuectomizados

Hiposmia/Anosmia Percepción Infecciones mucosas nasal
Tóxicas (gases tóxicos, cocaína, vasocontrictores tópicos)
Traumáticas
Metabólicas
Cirugía en base de cráneo
Tumores
Infecciones (meningitis)
Alcoholismo crónico
Enf. Psiquiátricas
Enf. De Parkinson
Alzheimer
Esclerosis múltiple
Hiperosmia Menopausia
Embarazo
Parosmia

Epilepsia
Enf. psiquiátricas
Gripe
Dispepsia
Tumores

Cacosmia Costras fétidas
Secreciones purulentas
Tejido necrótico

Anamnesis

Un interrogatorio eficaz será en la mayoría de los casos la base para establecer el diagnóstico ya que casi la totalidad de los trastornos del olfato son adquiridos. Un dato importante, es el tiempo transcurrido desde la aparición de los síntomas. Asociaremos los síntomas de aparición brusca con infecciones virales o traumatismos craneoencefálicos y a los de aparición progresiva con enfermedades nasosinusales o con neoplasias intracraneales.

Deberemos interrogar al paciente respecto a dos tipos de noxas: externas (hábitos tóxicos, tóxicos laborales o ambientales, traumatismos craneoencefálicos, intervenciones quirúrgicas craneofaciales, medicaciones, radioterapia previa) e internas (obstrucción nasal, clínica funcional nasal, rinorreas mucopurulentas o hemáticas, alteraciones neurológicas -incluidos los accidentes vasculares-, alteraciones del comportamiento).

También debemos interrogar al paciente sobre enfermedades sistémicas (trastornos hormonales, diabetes, alteraciones renales, etc) y problemas alérgicos.

La posibilidad de que puedan sumarse más de una causa o que el debut de la alteración pueda corresponder a agentes distintos, hacen muy difícil en ocasiones establecer con seguridad la etiología y sobre todo predecir las posibilidades de recuperación. Respecto al pronóstico, debemos recordar que el neuroepitelio respiratorio posee las únicas neuronas del organismo capaces de reproducirse, hecho que hará posible la recuperación del olfato en las anosmias originadas, entre otras, por la inhalación de tóxicos.

Exploración

La exploración convencional (rinoscopia anterior) nos permitirá estudiar el estado y coloración de la mucosa, descubrir la presencia de secreciones y visualizar alteraciones muy evidentes (grandes poliposis, presencia de tumoraciones etc.), sin embargo, será la exploración endoscópica de las fosas la que nos permitirá un acceso global al área nasal.

También es importante la exploración del resto de pares craneales.

A grandes rasgos diremos que, unas fosas nasales permeables nos descartarán una alteración olfatoria de “transmisión” y nos orientarán hacia una de “percepción”.

Olfatometría

A pesar de que ya existen métodos muy sofisticados para el estudio objetivo del olfato (electroolfatograma, potenciales evocados olfativos, etc), en la práctica diaria la olfatometría se realiza de una forma muy sencilla. La olfatometría valora la función olfativa, en situación de normalidad o con patología asociada, cuantifica los resultados y los interpreta.

Es importante tener en cuenta que ésta exploración depende de muchos factores: propios del paciente (colaboración, edad, sexo, nivel cultural y social), hábitos tóxicos, ambientales (laboral).

Existe una serie de substancias preconizadas por Van Dishoeck: alcanfor, ácido acético, amizcle, floral, mentol, éter sulfúrico, pútrido y amoníaco.

Básicamente obtendremos tres respuestas:

  1. Que no se haya percibido ninguna sensación: se trata probablemente de un simulador o un paciente pitiático grave.
  2. Que sólo haya percibido las substancias que estimulan al nervio trigémino: nos encontraremos frente a un anósmico.
  3. Que además haya percibido otras sensaciones: nos encontraremos frente a un hipósmico o normósmico dependiendo del grado de aciertos.

Existe un método similar que en lugar del set de frascos utiliza una barra sólida impregnada de un tipo de olor, es el California Odor Learning Test (COLT).

En la actualidad, el olfatómetro de Davis es uno de los más aceptados. Son tiras de olores microencapsulados, adheridas a un soporte donde se expresan las posibles respuestas. El ejemplo es el University of Pennsylvania Smell Identification Test (UPSIT).

En el caso en que nos encontremos ante una exploración normal y una olfatometría alterada deberemos solicitar una resonancia magnética para descartar con certeza la existencia de patología intracraneal que justifique el cuadro. En otras ocasiones deberemos recurrir a la realización del estudio anatomopatológico de la mucosa mediante biopsia. En el supuesto que esta última exploración también fuera normal nos encontraríamos frente a una alteración de origen idiopático.